viernes, 27 de mayo de 2016

Ser músico en España


 Por DAVID FERNÁNDEZ DARWIN

Soy músico, sí. Generalmente me siento orgulloso de ello, es lo que más me gusta hacer. Llevo toda la vida dedicada a ello y no la concibo sin estar tocando o pensando en la música. Cuando digo que "generalmente me siento orgulloso de ello", es fundamentalmente por mi sentimiento propio, mi propia satisfacción. Vivimos en un país en el que cuando alguien te pregunta a qué te dedicas y les respondes con toda la fuerza de tus testículos -SOY MÚSICO, te empiezan a llover comentarios, caras y gestos más propios de un emoticono de whatsapp que de una persona con los pies en la tierra.

"¿Músico? ¿Eso da para vivir? ¿Pero cobras por tocar? ¡Anda, que no vivís bien los músicos, hacéis chimpúm, chimpúm una hora en el escenario y os lleváis una pasta!"

Qué triste es esta manera de pensar y sobre todo, qué patético es tener que justificarte. Sí, soy músico. Eso no significa que me suba a un escenario por mi cara bonita y me lluevan carretillas llenas de euros. Ser músico significa invertir mucho sacrificio, mucho tiempo y mucho, mucho dinero en aprender a desarrollar tu actividad, en comprarte un instrumento que tendrás en contínua renovación, en pagar un espacio en el que poder desarrollar tu trabajo, ya que en una casa pues como que es un poco complicado, sobre todo si como yo, te dedicas a la batería y tus vecinos no lo ven como algo tan apasionante como lo ves tú.


Llegar a subirte a un escenario no es algo que suceda por arte de magia, es algo que sucede porque le has echado esos dos testículos (u ovarios) que mencioné antes y te has quitado de muchísimas cosas para ceder todo tu interés y voluntad al instrumento que hayas elegido. Si es cantar lo que elegiste, gastarás menos dinero, pero el mismo tiempo y la misma energía o incluso más. Esto no es algo que suceda en un mes, ni en dos, ni en un año. Es algo que tienes que trabajar a diario y nadie te va a pagar por ello, al contrario, te va a costar a ti mucho dinero, mucho esfuerzo, te va a costar broncas en casa, broncas con amigos, broncas con tu pareja... Pero te da igual, lo amas sobre todas las cosas y tienes claro que es a lo que te quieres dedicar.

Así empieza todo


Yo empecé muy pequeño. Un día decidí que mi mejor Madelman iba a ser un par de baquetas, y que mi mejor conjunto de juguetes serían todos los tambores que configuran una batería, y me dediqué, me dediqué a ello, a aprender, a observar, a escuchar, etc. Es como cuando tienes sed y bebes sin parar hasta que te sacias, pero cinco minutos después, vuelves a tener sed y sigues bebiendo.

Llega un momento en el que todo tu aprendizaje te trae una recompensa y estás preparado para juntarte con otros músicos y montar tu primera banda. Ese día es mágico y sin tener ni puta idea de nada, de repente te ves tocando Smoke on the water de manera espantosa, pero te crees Dios. Siempre empiezas tocando mil cosas de otros, bueno, más que tocando, perpetrando. Pero te sigue dando igual porque sigues siendo Dios y cuando sales a la calle, el cuello va erguido como ya quisieran llevarlo las mujeres jirafa de Birmania, pero sólo porque molas mucho: ERES MÚSICO.

Primeras recompensas

Según pasan los años tu conocimiento y tu calidad como intérprete e instrumentista, ha variado y mejorado mucho. Tienes gran capacidad de improvisar, de resolver y de crear, pero es únicamente gracias a ti, gracias a tu esfuerzo, a tu trabajo y tu constancia. Nadie te regala nada.
Empiezas a hacer tus viajes con una orquesta, cosa que te da muchas, muchas tablas y algo con lo que aprendes latín. Ganas tu dinero, parte de ese dinero lo reinviertes en comprar más equipo o en sustituir aquellas piezas que ya se rompieron y que sigues utilizando hasta que revienten del todo.

Darse de bruces con el presente

Ya tienes el equipo de tus sueños (de momento, esto es algo que nunca acaba), ya tienes tu propio grupo con tus temas propios, tocas en garitos y le gustas a la gente. Alguien se fija en ti, le echas valor y le envías una grabación de tu trabajo, que por supuesto te ha costado un dinero y es tu carta de presentación, pero te ha llevado años redactarla. Les gustas, oh sí! Les gustas mucho, te ofrecen grabar tu disco con tu banda y entonces ya si que eres Dios. Ojo, grabar tu disco no significa dinero ni un contrato laboral, significa eso, grabar tu disco. Tú no vas a ganar dinero, lo van a ganar ellos si su agencia de publicidad es lo suficientemente avispada y tienen todos el dinero suficiente para venderte y para irte colocando en cualquier número de las listas de "éxitos" del momento. Tú vas a cobrar cuando te subas al escenario, pero ellos serán los que te dirigen. Tú ya no eres tan Dios, ahora eres Apóstol, sólo Apóstol. 



Ellos te indican hacia dónde debes dirigirte y te ayudan llevándote en un coche, en furgoneta o en un autobús, harás tu trabajo siempre bajo la disciplina de una escaleta que lleva programadas minuto a minuto las 24 horas de tu día. Ahora tienes que ir a esta emisora de radio y ser simpático. Al salir nos vamos a un plató de televisión, te van a hacer una entrevista corta. Después corremos al hotel, que hay que prepararse para el bolo de esta noche. Así todo.

Da igual, eres un triunfador. Es lo que querías cuando eras un niño, sientes que manejas, que todo el mundo está a tus pies, pero no, la realidad es muy diferente a eso. Chico, baja de tu nube, eres una marioneta y los hilos los manejan ellos. Cuando les plazca, te los cortan.


Atajos para la fama

Al fin y al cabo has triunfado ya que has llegado a donde querías, pero piensa en el coste. En otros casos la situación es mucho más fácil. Te presentas a concursos de televisión y si suena la flauta te cagas la pata abajo. Pasarás de estar en el instituto a tener una casa en Miami en cuestión de meses, pero oye, también te has preparado de una manera u otra.

Lo que realmente me indigna, son cosas tales como escuchar "me voy a ver un concierto de DJ Roncesvalles". Vamos a ver, vamos a ver, vamos a ver, ¿un 'concierto' de un 'DJ'? ¿Estamos tontos o qué? Pero vamos a ver, ¿ese qué toca? Llamemos a las cosas por su nombre, digamos "voy a una sesión del DJ Roncesvalles". Ok, correcto. Pero a un concierto no, a un puto concierto NO!


Meme extraído de la página Págame mi actuación y no me cuentes tu vida



Otra de las cosas que me indignan, y mucho además, son los típicos "cantantes" del verano, que no son cantantes. Lo mismo son cabaretera de plató de televisión, como son concursantes de algún programa en el que encierran a 20 personas en una casa para ver quién es más friki o incluso los envían a una isla a que se busquen la vida, pero eso sí, como venden sus miserias, pues ¿por qué no van a vender una canción que tiene más truco que Matrix?

Estos/as cantantes, cuyos nombres no voy a mencionar (por ejemplo Ylenia), que salieron de un programa de televisión de estos que hay un montón de chicos y chicas dentro de una casa, y hacen para caer bien o mal según el día. Más tarde salieron de debajo de unas cuantas sábanas después de practicar unas horas de karaoke. Contrato firmado, blindado y sellado. Eso sí, ni se les ocurra cantar en directo o rechazar firmemente cantar a capella en algún plató, que se les descubre todos el pastel. Pero no se preocupen, que ya le cuidan cada vez que van al karaoke y le acarician la cabecita para decirles eres una estrella.
Mientras tanto, el que desde niño invirtió prácticamente su infancia en lo que amaba, con suerte, estará tocando en un antro de mala muerte una vez cada quince días por la descomunal cifra de 30 euros y 2 cervezas (o refrescos).

Esto es, en parte, ser músico en España. Sacrificio, sangre, sudor y lágrimas, que en la mayoría de los casos jamás van a estar recompensados, a no ser que seas concursante de algún prime-time televisivo.

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